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jueves, 18 de agosto de 2016

Cuñadismo jurídico

Vivimos en una sociedad permeada por el derecho. Vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos, hay una norma que lo regula. Está escrito lo que podemos hacer, cómo podemos hacerlo y qué pasará si desobedecemos. Leyes, reglamentos, ordenanzas, directivas europeas… apenas quedan espacios de libertad no jurídica, si es que ese concepto tiene algún sentido.

Así que es normal que, en este marco, la gente opine sobre el derecho. El problema es que esa opinión suele estar más bien poco informada. O, dicho de otra forma, la gente dice unas barbaridades que te quedas temblando. No hablo ya del cuñado de barra de bar que, ante el último asesinato mediático, golpea muy fuerte la mesa mientras grita que al asesino tendrían que sacarle la confesión a hostias y luego le tendrían que aplicar la pena de muerte. Me refiero más bien al listo que te cuenta las perfectas leyes que él instauraría si le dejaran o te explica procedimientos a prueba de bombas para burlar las normas que hay y se enfada cuando le señalas los obvios fallos de su razonamiento.

Ejemplo típico: “yo nunca cojo ninguna carta del Ayuntamiento por si es una multa. Si no me notifican no te pueden sancionar”. Esta clase de pensamiento es absurdo, porque implica creerte más listos que todas las personas que diseñaron y que manejan los procedimientos sancionadores. ¿De verdad te crees que vas a lograr burlar a esa gigantesca máquina de notificar que es la Administración? ¿En serio piensas que no hay maneras de darte por notificado? Negarte a coger una notificación puede funcionar (recalco el condicional) si se trata de cosas sometidas a plazos muy cortos, como el nombramiento para una mesa electoral. En el resto de casos, mejor que no hagas el idiota.

Otro ejemplo, éste procedente de un caso real que me contaron: “si yo creo una página de descargas y me detienen acusándome de pirateo no me podrán sancionar, porque ¿cómo sabe el juez que los usuarios de mi web no son mis amigos, con los cuales estoy compartiendo la copia privada a la que tengo derecho?” Esto ni siquiera voy a comentarlo, porque es manifiestamente absurdo. ¿Cómo se va a creer nadie que una página web abierta al público a la que acceden millones de personas diarias es la forma en que tú tienes de compartir con tus colegas las películas que te compras? ¡Que lo de “un millón de amigos” no iba por ahí (1)!

¿Qué propicia esta clase de soluciones mágicas, completamente desconectadas de la realidad? A mi entender, un cóctel de desconocimiento, ingenuidad y arrogancia. Con “desconocimiento” no me refiero sólo al texto legal: estas chorradas normalmente vienen de alguien que ha leído algún que otro artículo de la ley. Pienso en cosas más generales: desconocimiento de que el derecho es un sistema y que todas sus partes se conectan (2), desconocimiento de conceptos jurídicos básicos (3), desconocimiento de las estrategias interpretativas que se utilizan en derecho, desconocimiento de lo que ha dicho la jurisprudencia sobre el tema, etc. Un desconocimiento que sólo puede paliar una formación jurídica en condiciones, sea reglada o autodidacta.

La ingenuidad se ve sobre todo en pensar que cualquier idea que se te ocurra tras pensar dos minutos en un problema te permite burlar una ley hecha para regular situaciones complejas. Pero también la aprecio en todas las soluciones para reformar la Constitución, cambiar tal o cual ley, simplificar el derecho (4) y otros tantos objetivos loables que puedes leer en foros y comentarios de blogs. Ideas totalmente ajenas a la realidad, que no tienen en cuenta los procedimientos establecidos ni razonan sobre los posibles efectos perversos que pueda traer la propuesta.

La arrogancia, por su parte, es lo que convierte una opinión desinformada en una cuñadez. Es decir, cualquiera puede opinar sobre un campo que no es el suyo. Faltaría más, la libertad de expresión está para algo. Pero conviene informarse antes de abrir la boca. Y, si gente que sabe del tema te avisa de que estás diciendo tonterías, quizá no merece mucho la pena enrocarse en tu idea.

El derecho (o, más bien, la labor del jurista) no es una ciencia. La expresión “la ciencia del derecho”, que se sigue usando, no es más que una frase hecha. Sin embargo, eso no justifica que cualquier opinión sobre el tema sea válida. Porque el derecho es una técnica: un conjunto de normas, procedimientos y conocimientos que se usan para una tarea concreta, que en este caso es la interpretación de la ley. Si careces de este conocimiento técnico, tus opiniones no tienen mucho peso. No puedes buscarle las vueltas a la ley, desobedecerla o retorcerla a tu favor si no conoces el lenguaje legal, no entiendes el significado de los conceptos ni sabes cómo la interpretan los tribunales. Es simplemente imposible.

Yo entiendo perfectamente esta necesidad de hablar de temas jurídicos. Como decía en el primer párrafo, es un tema que está por todas partes. ¿Es tal político un corrupto? Tema de derecho. ¿Te llega una multa a casa? Derecho. ¿Tienes un problema con tu casero? Derecho. Mires donde mires hay normas. El objeto de estudio de la técnica jurídica nos toca día a día. Por no hablar de que, como el poder del Estado se expresa en leyes y reglamentos, cualquier opción política a la que te adscribas tiene que hablar de las leyes que hay y de las que debe haber. No niego nada de eso.

Pero por favor, un poquito de mesura al hablar. El derecho no es una materia infinitamente rígida de la que puedas escapar apartándote mínimamente de la literalidad de la ley ni una materia infinitamente dúctil que se pueda retorcer hasta que pierda toda su forma. Cualquiera de esas dos opciones es mala, y resulta muy fácil caer en una de ellas si no sabes de lo que estás hablando. Así que, por favor, antes de abrir la boca piensa en lo que vas a decir. Y, si la cagas, mejor dar un paso atrás que mantenerte en tus trece. Tus interlocutores te lo agradeceremos.







(1) Por si os interesa, existe jurisprudencia sobre los requisitos que debe reunir una relación para poder llamarla “amistad”. Se ha dictado en el marco de permisos de visita en la cárcel. Respecto de la anécdota, termina con que el interlocutor del lumbreras le dijo que el juez nunca se creería semejante soplapollez, ante lo cual el otro contestó “¿y qué importa lo que piense el juez?” Con dos cojones.

(2) Una vez vi un cartel maravilloso que decía que las mujeres que interponían denuncias falsas de violencia de género cometían tres delitos: estafa procesal, denuncia falsa y calumnia. Lo cual sería cierto si no hubiera una regla para resolver los casos en que una misma conducta parece encajar en varios tipos penales. Semejante tontería sólo la puede decir alguien que se ha leído los delitos previstos en el Código Penal sin entender que hay reglas generales para interpretar y relacionar esas normas.

(3) Por ejemplo, el tema de que con una denuncia falsa por violencia de género “te detienen sin pruebas, sólo con el testimonio de ella”. En esa frase hay muchas cosas mal, pero me centraré en dos: las pruebas propiamente dichas no se practican hasta el momento del juicio (en el cual ambas partes pueden valorarlas y opinar sobre ellas) y un testimonio es un tipo de prueba (que, como todas, se valora y es más o menos creíble dependiendo del contexto).

(4) Con cierta frecuencia ves a gente de otras áreas de conocimiento (ingenieros, matemáticos) decir que el derecho debe poder reducirse a unos cuantos axiomas lógicos de los cuales deducir lo demás. Que dan ganas de decirles “¡enhorabuena, habéis descubierto la Ilustración! ¡Bienvenidos al siglo XVIII! ¿Qué tal si dedicáis un rato a informaros de lo que ha pasado en estos últimos dos siglos y mientras los mayores hablamos de cosas serias?”



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3 comentarios:

  1. Sobre tu última aclaración, es una cosa que me resulta muy curiosa. Estudiamos mates desde pequeños, y nos ponen a los ingenieros como una especie de héroes modernos (y no cabe duda de que un papel importante desempeña alguien que diseña cosas), pero nunca nos enseñan a reflexionar sobre lo que aprendemos. En este caso, sobre las matemáticas (pasa menos con la lógica). La lógica y las matemáticas son saberes abstractos, y esa es precisamente su característica fuerte y su punto débil, todo en uno. Un enunciado lógico o matemático siempre es verdadero porque no tiene contenido ninguno, si queremos que sirvan para algo, necesitamos dárselo, y cuando se lo damos, deja de ser abstracto para ser aplicado, y no hay nada aplicado que no pueda fallar. Saber que 2+2=4 no me sirve de nada hasta que no empiezo a utilizarlo con cosas. Con esto llego al tema de las leyes y su "esto está to mal, tenían que ser 4 pero bien puestas". Las leyes de las que trata el derecho no pueden ser principios axiomáticos como los de la lógica o los de las matemáticas porque siempre o casi siempre deben regular aspectos de la vida o de la acción humana que poco o nada tienen de abstractos. No puedes regular a base de enunciados de lógica proposicional, ni puedes reducir el derecho a ecuaciones. ¿Significa eso que las leyes no obedecen a leyes lógicas? Para nada. En el lenguaje jurídico, como en todo lenguaje técnico, se emplea cierta lógica interna que se emplea para un fin. Las leyes tienen una estructura, (preambulo, exposición de motivos, articulado, disposiciones, etc, es una estructura estable, que siempre se repite) deben estar razonadas, y las medidas propuestas también, y eso implica muchas veces tener que hilar muy fino, y como has dicho, a relacionarlas unas con otras. Lo cual nos lleva al marasmo de legislación que suele haber en cualquier país, no por incapacidad global de los legisladores (aunque hay también que reconocer que la redacción de los textos legales a veces deja que desear), sino porque la cantidad de cosas diferentes a regular y sus relaciones entre ellas acaba haciendo que eso parezca un fractal endiablado.
    Es decir, a poco que lo razonemos un rato, queda claro por qué el derecho es complicado y porque, muy a nuestro pesar, tiene que serlo. Que sean ingenieros o matemáticos los que se metan en campos en los que no tienen conocimientos, pues bueno, supongo que es lo que podemos llamar "efecto de formación", es decir, el sesgo por el cual ves cosas relacionadas con lo que has estudiado o tienes conocimiento aunque no lo haya (sobre este partícular además, los filósofos tienen una laaaarga y dilatada experiencia, aunque en este caso, fruto de la inespecifidad de su saber xDDDD).
    Yo por mi parte vería con muy buenos ojos que se dieran nociones básicas en la ESO o en Bachillerato (al menos el saber leer una ley y como funciona al menos un poco por encima nuestro sistema legal). El resto, pues lo que has dicho, ser un poco cautos y procurar no dar tantos manotazos en la mesa. Y pasarse por aquí de vez en cuando a leer los artículos de divulgación de derecho (que aunque no suela comentarlos, también los leo)

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    1. Cuando Erebus comenta esto se convierte en "Así habló Cicerón, versión extendida". Y eso mola :D

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    2. Y muy bienvenidos que son siempre sus comentarios :)

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