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viernes, 20 de diciembre de 2013

Incubadoras con patas

Dentro del debate sobre el aborto se pueden identificar tres posiciones:

       -Fuerzapartos hardcore: consideran que el aborto es el mal absoluto, normalmente por razones religiosas (aunque las vistan de seda) o porque son accionistas de fábricas de perchas. Por ello, apoyan una legislación prohibicionista, que “proteja la vida desde la concepción”, es decir, que impida el aborto en todos los supuestos.

       -Fuerzapartos moderados: consideran que el aborto es un mal, pero puede justificarse en atención a cierta ponderación de bienes. Sí, matar fetos no mola, pero hay ciertos casos donde bueno, vale, venga, si no hay más remedio… Por ello, apoyan una ley de supuestos.

       -Proelección: consideramos que el aborto entra dentro de la esfera de la libertad de la gestante, que debe decidir si lo considera un mal o un bien, al menos hasta cierto momento, avanzada la concepción, en el que se puede considerar que ya ha tenido bastante tiempo para pensárselo y no procede permitirle destruir un feto tan maduro. Por ello, apoyamos una ley de plazos.

Los fuerzapartos suelen acusarnos en este debate de no tener ninguna consideración hacia el feto. Eso es mentira. Sí, yo he dicho en alguna ocasión que no considero que el embrión esté dentro del círculo de la moralidad, por lo que no creo que se le deban conceder derechos. Pero ello no implica desconocer que la vida en formación es un bien jurídico, que el Derecho debe tener en cuenta. El feto no es un sujeto de derechos pero, dado que de él se puede derivar alguien que sí lo sea, su subsistencia es un bien jurídico relevante.

Este bien jurídico se contrapone, en principio, a la libertad de la gestante. Sin embargo, los proelección sostenemos que el conflicto se soluciona siempre a favor de la segunda. ¿Por qué? La razón tiene que ver con la dignidad humana. La dignidad es un concepto muy importante en la teoría de los derechos humanos: es, nada menos, el armazón sobre el que se asienta todo el edificio conceptual. Si los seres humanos tenemos derechos fundamentales es porque éstos se derivan de una premisa básica: como somos seres dotados de dignidad, hay que tratar a las personas como personas y no como instrumentos.

Pues bien: obligar a una mujer a gestar contra su voluntad, sea cual sea el interés que se pretende proteger con ello, es convertirla en un instrumento, en una incubadora humana, sin ninguna capacidad de decisión sobre lo que pasa dentro de las fronteras de su piel. La vida en formación será un bien jurídico importante, pero para defenderla no se puede anular la capacidad de decisión de la mujer que porta esa vida, que es una persona dotada de dignidad. Tampoco se puede someter esa voluntad a supuestos: ¿es que acaso una mujer tiene menos dignidad cuando se le ha roto el condón que cuando ha sido violada o peligra su salud o la del feto? ¿Por qué arbitrarias razones decide el legislador que en unos casos tenemos en cuenta su opinión y en otros no?

Hagamos un experimento mental. Supongamos que una mujer despierta un día y descubre que le han implantado un feto mediante procedimientos quirúrgicos. Se le informa de que ha sido seleccionada para llevar el embarazo a término: tendrá que lidiar con el dolor, la pesadez, los mareos, las contracciones y el parto. ¿Habrá alguien que diga que esa mujer no tiene derecho a extirparse ese cuerpo extraño aunque esto suponga la muerte del mismo? Claro que no, todos entendemos la vejación que es cargar a alguien con un embarazo que no quiere soportar. ¿Y por qué las cosas cambian cuando es la madre quien aporta material genético a ese feto?

Demos un paso más. Hemos negado que el feto sea sujeto de derechos, pero en realidad importa poco si lo es o no. En el experimento anterior, supongamos que lo que se injerta a la madre no es un feto, sino un aparato que emite la señal que mantiene en funcionamiento la máquina de soporte vital de un anciano. El aparato provoca los mismos problemas de salud que un embarazo y va seguido también de un parto. Si se extirpa, se apaga y el anciano muere. ¿De verdad habría alguien le negaría a la mujer el derecho a decidir si se extirpa o no el aparato, por mucho que implicara la muerte de un ser vivo, nacido, con derechos? De nuevo, claro que no: para mantener vivo a un humano no se puede violentar la dignidad de otro.

Sin embargo, parece que en el tema del aborto sí se puede. Lo que en casos normales no se discutiría aquí es tema de debate nacional. Está en el Gobierno un partido político que cree que es lícito vulnerar la dignidad humana para proteger bienes jurídicos, y eso se nota. Mañana se aprueba en Consejo de Ministros el proyecto de reforma de la Ley del Aborto, que volverá al sistema de supuestos pero restringido. En febrero empezará la tramitación parlamentaria, y en unos pocos meses, gracias al rodillo parlamentario de la mayoría absoluta, será ley.


Por ello os animo a que hoy por la tarde, a las 19:00, acudáis a la manifestación contra la contrarreforma del aborto que se celebrará en vuestra localidad. Es una cuestión de dignidad.

7 comentarios:

  1. Si ya lo decía Platón... las mujeres no tenemos un alma racional, somos meros úteros insaciables que los hombres deben gobernar.

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    1. Me da tanto asco lo de Platón que no sé ni qué contestarte. Misoginia a lo largo de la Historia, yeah.

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    2. Platón dijo justo lo contrario, Sara y Vimes. De hecho, instaba a todas las mujeres a razonar todo lo que pudiesen.

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  2. Muy buena reflexión, no se puede explicar mejor.

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  3. Qué panfleto disparatado de principio a final

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    1. ¡Gracias! Los comentarios de anónimos tan ofendidos que no son capaces ni de pensar en una argumentación pseudoracional para desmontar mi texto me ayudan mucho.

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